Atesoro

El cazador-recolector ha perdido la mitad de su instinto: ya no caza, solo acumula. Arrastramos cosas a través del tiempo, depositando en ellas la esperanza de recordar, de hacer, de ser. Un llavero sin llaves, una carta sin respuesta, un elote seco, una prenda que ya no abriga. Son más que objetos indispensables: son artefactos del tiempo, armas contra el olvido.

¿Qué atesoramos cuando atesoramos? En esta acumulación se evidencia una paradoja: la pérdida se vuelve materia, la ausencia toma cuerpo en lo que persiste. ¿Será que el pasado es más sólido y el presente más líquido? Tal vez la memoria se construye sobre objetos porque el ahora se escurre demasiado rápido.

En México se generan más de 100,000 toneladas de basura diarias. El 84% es recolectado y solo el 9.6% reutilizado. ¿Será este 16% sobrante lo que realmente atesoramos? Lo que guardamos en nuestras casas hasta que ya no dependa de nosotros decidir si es tesoro o desecho.

Esta instalación colectiva reúne objetos que han sido conservados no por lo que hacen, sino por lo que significan. Son testimonios de la relación entre la materia y la memoria, de la manera en que nos aferramos a lo tangible para sostener lo efímero. En su acumulación, los objetos cumplen la función de acompañar sin ser vistos, de reconfortarnos al personificar momentos pasados, dándonos la certeza de que lo que ya no existe, alguna vez sí existió.